domingo, 17 de diciembre de 2017

El infierno de Treblinka

Leo "El infierno de Treblinka", el libro de Vasili Grossman, el periodista y escritor soviético que durante la invasión nazi actuó como corresponsal de guerra describiendo la limpieza étnica llevada a cabo por el ejército invasor. En este texto, que forma parte de su obra "Años de guerra" (1946), con gran emotividad y dureza, el autor, tras una descripción del desolado paisaje que se encuentra a 60 kilómetros de Varsovia, nos narra la elección de una tierra avara e improductiva, por el führer de las SS de Alemania Heinrich Himmler para la construcción del mayor matadero de las SS. Manejando con soltura tanto el dolor como la ternura, el autor, nos muestra, uno tras otro, la existencia de los dos campos de concentración: el nº 1 de trabajos forzados, donde se hallaban presos de distintas nacionalidades, fundamentalmente, polacos y, el campo 2, el campo judío. Así, del campo 1, el "de trabajo" o "penitenciario" -un campo ordinario como los que la Gestapo construyó a miles en las tierras del Este ocupadas por los alemanes- por donde pasaron unas 50.000 personas y que existió desde otoño de 1941 al 23 de julio de 1944 cuando fue suprimido -muertos y entrerados todos los presos- por los propios guardianes y los SS cuando ya se oía la artillería soviética, conocemos sus normas de alimentación, el trabajo en la cantera de arena, las orgias salvajes que organizaban los alemanes y el nombre de los asesinos profesionales. Y, del campo 2, que fue creado en 1942, donde todo estaba dispuesto para la muerte y a donde fueron llevadas, en sus 13 meses de existencia, más de 3 millones de personas hasta que, el 2 de agosto de 1943, los condenados a muerte se sublevaron, prendieron fuego al campo y huyeron al bosque. De este campo espantoso, el novelista nos transmite su funcionamiento, el olor a cal clorhídrica del principio y el olor a carne humana quemada del final, la cantidad incomprensible de moscas impertinentes, el estado de abatimiento psicológico en que sumían a la gente y la aniquilación de la voluntad y la conciencia que padecieron.
Obtenido el relato de declaraciones de testigos, de trabajadores y guardianes detenidos, el escritor, sin dejar de ensalzar la labor del Ejército Rojo, busca, incluso, una justificación a los crímenes contra la humanidad cometidos, hablándonos del carácter nacional alemán, de los rasgos de los alemanes, su espíritu de economía, su exactitud, su cálculo y su pulcritud pedantesca. Un libro duro de escribir (según nos dice su autor) y terrible de leer, de 8.