domingo, 11 de diciembre de 2016

Los herederos de la tierra

Leo "Los herederos de la tierra", la continuación de "La catedral del mar" que Ildefonso Falcones escribe diez años después, de nuevo ambientada en la Barcelona de finales del siglo XIV y principios del XV, una ciudad rica y con proyección internacional, donde a los comerciantes y artesanos se le permite participar en la gestión política y donde los delincuentes son tratados con suma dureza. Sin embargo,en ese afán de recrear la sociedad feudal prisionera de una nobleza voluble y corrupta, he de decir que al escritor se le va la mano pues el exceso de datos (de calles, de organización y trabajo de los distintos gremios, de descripción de los efectos de la primera subasta, de localizaciones fuera de la muralla, del proceso de elaboración del mosto, de la composición de la judería, de la destilación del vino, de la disputa de Tortosa acerca del cristianismo, del Concilio de Constanza, de cambios de dinastías reinantes, etc...) además de que hace que me cueste entrar en la narración, convierten la lectura de esta obra algo muy pesado y largo. Es evidente que la aventura, la pasión, la venganza y la amistad conforman una novela atrayente e interesante, pero no me ha gustado el manejo del tiempo que hace el escritor (además de que no entiendo cómo a pesar de que han pasado dos meses y las heridas de Hugo comienzan a cicatrizar, dice que "pasado algún tiempo" le duele la espalda cuando su madre le abraza y se la acaricia y, de que no me gusta el recurso que utiliza de hacer recordar a Hugo o el que hable a las mulas), ni el empleo de frases tan confusas que me obligan a releer pequeños párrafos (en la página 106 leo " tinajas de barro arenisco cocido que no transpirase como sucedía con el barro poroso utilizado en los cántaros de agua."). Y mi última decepción llega en la "Nota del autor" cuando Ildefonso Falcones confiesa que ha adelantado en el tiempo la utilización del agua vitae -manejo conductor que subyace bajo la trama- como aditivo del vino. De 4,3.