jueves, 8 de diciembre de 2016

La cáscara amarga

Leo "La cáscara amarga" el último libro que Jesús Ruiz Mantilla elabora acerca de la Fundadora de Conservas Emilia de Santoña, Emilia Fuentes Ruiz quien, según la dedicatoria del autor "me regaló su vida para contarla". La sexta novela de este periodista de El País se comenzó a gestar cuando tras entrevistar a la octogenaria (ha fallecido el 24 de febrero de este año) para su períodico, comprobó que el relato era más impactante de lo que suponía. Así, es la propia Emilia quien, además de darte todos los datos para construir una historia de derrotas y triunfos, de aprendizaje e instinto, le proporciona el título, dos palabras que Emilia oyó muchas veces de niña, cuando vecinos del bando de los vencedores se referían así a su madre, María "La Chila", una vendedora ambulante que por ayudar lanzando bocadillos a los republicanos detenidos que subían a los camiones, fue encerrada en el penal de Saturrarán, en el pueblo guipuzcoano de Motrico, un antiguo balneario reconvertido en cárcel para mujeres. Si bien el recurso que emplea el novelista para narrar la infancia de Emilia es bastante acertado (en estado de inconsciencia y camino del hospital pues ha sufrido un infarto cerebral, el personaje ve pasar su infancia), es el narrador el que, como si hubiera estado presente, repasa la relación de sus padres, la lucha diaria con los elementos, los naufragios de los maridos, la voluntad de las viudas para sortear el destino y las tragedias que vive de niña. Pero los saltos temporales me han resultado sumamente confusos (hasta la página 25 no me entero de que La Chila tiene una hermana que también se llama como su hija, Emilia), el lenguaje es demasiado poético (las enumeraciones, las frases largas y la concatenación de adjetivos convierten la lectura en algo recargado) y el escritor pierde el rastro muchas veces (por ejemplo, no entiendo el por qué del capítulo dedicado a la monja carcelera) en esta obra que, en realidad, está dedicada a la madre de Emilia, a La Chila, cuando lo que yo esperaba era un poco más de detenimiento en la vida adulta de la conservera, en el proceso que le lleva a fundar su emporio, sobre lo que el autor ha pasado más bien deprisa. Irregular, de 4.