sábado, 17 de septiembre de 2016

La luz que no puedes ver

Leo el Premio Pulitzer 2015, "La luz que no puedes ver" y, como suele ocurrir en muchos de estos casos, no me ha parecido ni "el mejor libro del año" como dice el Washington Post, ni "inolvidablemente hermoso" como reza la crítica de The New York Times. Esta novela, escrita por el norteamericano Anthony Doerr, acerca de la invasión de Francia por el ejército alemán en la Segunda Guerra Mundial y su posterior liberación por las tropas aliadas en agosto de 1944, tiene algún que otro acierto, pero también grandes decepciones. Así, el empleo de un narrador cuasi-omnisciente permite al escritor plasmar de modo adecuado los hechos y dar ritmo al relato; la atmósfera de la ciudad de Saint Malo está correctamente conseguida al detallarse -con profusión- el marco físico; los saltos temporales están perfectamente identificados con su fecha; el hecho de que los capítulos sean independientes entre sí, da agilidad a la lectura y más libertad al autor para saltar, cortar y dar el tono justo; y, la complicidad del lector está asegurada con el fondo humanitario del texto, al hablar de los desmanes que comentió el ejército alemán en su despliegue por Europa. Ahora bien, la independencia de los capítulos y su buen acabado no me han permitido conectar con la trama sino en el tercio final del libro; el lenguaje de la novela me ha resultado demasiado simple (en algunos momentos he pensado que su destino era el público juvenil), no entiendo el por qué de la consignación de las cartas censuradas, los personajes son absurdamente tópicos (una niña ciega y buena a la que le falta la madre, un padre trabajador entregado a la crianza de su hija y que se desvive por ella, un huérfano inocente lleno de bellos sueños y un malo deshumanizado al que un cáncer va corroyendo por dentro) y, el encuentro de las tres tramas me ha resultado totalmente previsible desde el momento en que, como lectora, descubro la conexión de las emisoras de radio. Siendo lo mejor, la parte final, esta obra me ha resultado (independientemente de su calculado tono entrañable, conseguido mediante los recursos que he mencionado antes) bastante simple y sin ninguna pretensión. De 4.